Sin lugar a duda el desfile por las avenidas primera y segunda llevado a cabo el pasado domingo 20 de julio fue extraordinario. La iniciativa que estuvo a cargo del ejército nacional, tiene un gran valor frente a la situación en que nos encontramos los colombianos por la pérdida de muchos valores, entre los cuales está “el amor a la patria”.
El acto para conmemorar 192 años transcurridos entre el 20 de julio de 1810 y hoy, nos recuerda las bellas épocas del pasado en que los rectores de los colegios de la ciudad y las autoridades civiles eran los protagonistas de la jornada anual que se realizaba para festejar el día de la independencia, y que comprendía, entre otros, el desfile de los estudiantes por la avenida principal del municipio. Esa presencia fue acabándose ante la mirada despreocupada de las autoridades educativas de la ciudad y del departamento, curiosamente en la medida que crecía el número de escuelas y colegios y aumentaba la cantidad de niños y jóvenes escolares.
El desfile del domingo se realizó encabezado por los distintos frentes de las tropas del Ejército Nacional, seguido por la Policía, el Frente de Seguridad Social, la Defensa Civil, los colegios Nuestra Señora de Fátima de la Policía, los militares Almirante Colón de Montería, de Cereté, y de Cartagena, y el Liceo Pupo Jiménez. Una mención especial para el Gimnasio Club de Niños Plaza Feliz, el cual participó presentándose con sus alumnos —todos niños en edad maternal—, que acompañados de sus profesoras, adornaron el espectáculo singularmente, convirtiéndose esta presencia en una sorpresa para el público que admiró la grandeza por haber terciado los párvulos en esta jornada cívica, y finalmente cerró la marcha el Cuerpo de Bomberos.
Este acto conmemorativo del presente año debe servir de ejemplo a la familia colombiana —dirigentes, escolares, padres y educadores— para el futuro; porque el 20 de julio tenemos que seguir celebrándolo anualmente con presencia ciudadana, que es una forma de actualizar los tiempos aquellos en que el civismo era prioridad de la sociedad nacional, y que equivocadamente hemos dejado a la deriva sin que nadie responda por el yerro en que han caído las autoridades presentes.
A propósito, el historiador Indalecio Liévano Aguirre (q.e.p.d) nos ilustra el inicio de la revolución por la independencia nacional con las siguientes palabras: “El 20 de julio de 1810, hacia las once de la mañana, la plaza mayor estaba colmada por una heterogénea concurrencia, compuesta de tratantes y vivanderos, indios de los Resguardos de la Sabana y gentes de todas las clases sociales de la Capital. Aunque los conjurados tenían la resolución de correr todos los riesgos, hacia las diez de la mañana convocaron el Cabildo, y a propuesta de algunos Regidores, que insistían en recomendar una conducta prudente y en que se agotaran las mediadas conciliatorias antes de acudir a hechos revolucionarios, se decidió comisionar a don Joaquín Camacho para que, a nombre del Ayuntamiento, se trasladara al Palacio Virreynal y solicitara a don Antonio de Amar la formación de una Junta de Gobierno, presidida por él e integrada por el Cabildo y los patricios designados por el mismo Cuerpo Capitular”. ¡Es la hora de repasar la historia patria para familiarizarnos con el alma humana de esa época!
¿En suma, los secretarios de educación municipal y departamental y los otros rectores de colegios públicos y privados con sus discípulos donde están?. Éstos, se olvidaron de asistir al desfile, desconociendo el mandato del artículo 41 de la Constitución Política que dice: “En todas las instituciones de educación, oficiales o privadas, serán obligatorios el estudio de la Constitución y la instrucción cívica”, puesto que con los festejos patrios se cumple la Carta.
Las medallas del año 2002 son para las instituciones educativas y para el Gimnasio Plaza Feliz presentes; así no se desperdician entregándolas a gente sin mérito.