De la revisión cuidadosa del Informe sobre el Desarrollo del Mundo del Banco Mundial correspondiente al año 2003, se desprende que la mayor atención la dedica a tratar uno de los problemas más graves que tiene la humanidad, el de la pobreza. Son 1.200 millones de personas que viven en la extrema indigencia, o sea con menos de un dólar por día, conflicto del cual no se escapan Latinoamérica como tampoco Colombia. Y son pobres, porque están excluidos de lo más elemental, como la falta de alimentos; en esta categoría, denuncia el reporte, hay 820 millones de personas que no reciben suficiente nutrición para llevar una vida sana y productiva, y adicionalmente, existen 160 millones de niños que se encuentran en estado esquelético.
El informe analiza las causas más sobresalientes de la miseria y los esfuerzos que se deben hacer para disminuir el número de la población en ese estado inhumano; propone la unión de esfuerzos de las instituciones públicas y privadas y de la sociedad civil nacional y local, bajo el mismo propósito: acabar con la exclusión social y económica causa inocultable de la pobreza.
Se considera, que la sociedad cuenta con activos que necesariamente tendrán que asignarse y distribuirse para eliminar los círculos de pobreza y crear, en el lenguaje del Banco Mundial, círculos virtuosos que reemplacen a éstos a efectos de aprovechar el talento de las personas poniendo a su servicio los bienes, pues no es correcto que quienes padecen la condición callen y resisten su estado por el mal aprovechamiento de las capacidades individuales al no existir el consenso de cambio deseado.
El estudio del Banco Mundial también analiza la necesidad de tener instituciones fuertes que desempeñen funciones para detectar los problemas, equilibrar intereses y ejecutar acuerdos, anotando que hay fallas cuando no hay medios para que los actores asuman compromisos a largo plazo dignos de crédito, los intereses estén dispersos y los grupos, carentes de activos y de voz, sean excluidos de participación en la sociedad.
En el mensaje, se dan unos catalizadores para mejorar las instituciones, con base en el acceso a los bienes, como eje central de la solución del problema; y considera necesario incrementar la educación, la provisión de tierra cultivable a los pequeños propietarios, acompañada de suministro de agua, vías y tecnología agrícola, protección a los moradores de los barrios bajos en los centros urbanos, mayor democratización tendiente a incrementar la representación y responsabilidad, y el respeto a los grupos sociales como la mujer, los indígenas y otros que están en desventaja concediéndoles voz y acceso al poder político. Algo de esto se está practicando en Colombia, pero aún falta más.
Reconoce igualmente el informe del Banco Mundial que la eliminación de la pobreza implica que deberá haber crecimiento económico e inversión de capital. No hay duda al respecto. A pesar de no existir claramente en la teoría económica, cuánto debe crecer la economía de cada país en particular para lograr eliminar de un tajo o disminuir drásticamente la pobreza, considera que un modesto crecimiento anual del 3% en 50 años, llevará a tener un tamaño de la economía global igual a cuatro veces el de hoy. Sin embargo, ¿será eso suficiente para que desaparezca la pobreza del globo terráqueo?
Pero la cuestión es un rompecabezas aún más complejo. Más bien lo que hay que resolver es otra cosa; mientras el crecimiento es un problema económico, el meollo del asunto es político, está en la distribución, que es el punto central, del cual se deberán ocupar los gobiernos, los organismos privados y la sociedad civil. Hoy, la pobreza es el mayor enigma social que debe alertar a los dirigentes nacionales y mundiales, y no es un león dormido como algunos creen.
Finalmente, para consuelo está el mensaje del filósofo francés Fenelón: “Es una gran riqueza el saber ser pobre”