VARGAS Y SUCRE POR IRIARTE

V

Alfredo Iriarte acaba de morir y su desaparición fue un suceso inesperado que nos dejó el año 2002. Fue un personaje que se dedicó a corregir todas las embarradas de aquellos que abusaban de nuestro idioma. A través de la columna “Rosario de Perlas”, publicada periódicamente en el diario El Tiempo, nos dio ilustraciones sobre el buen uso de la composición castellana, pues era enemigo acérrimo de gazapos idiomáticos y de abusos contra la escritura. Su muerte temprana, nos cae mal en momentos en que retrocede el alfabeto ante la dejadez de la enseñanza en las escuelas por los maestros. ¡Pido excusa, si me excedo en apreciación!

Entonces, nada más propicio es traer la palabra de Alfredo Iriarte y actualizar retazos de la vida de dos personajes del siglo 19, como fueron: Antonio José de Sucre y Luis Vargas Tejada, ambos con historia parecida, a pesar de que tenían ideologías distintas, pero que al fin y al cabo como hombres criollos hacen parte de la raza.

Sucre nació en Cumaná, Venezuela, el 3 de febrero de 1795, héroe de Ayacucho y defensor de las ideas de Bolívar, y Luis Vargas Tejada, en Bogotá en 1802, joven escritor y dramaturgo, en cuya casa se habían reunido los conspiradores para dar el golpe al Libertador en la noche del 25 de septiembre de 1828.

El viaje de Sucre a Quito era para salvar la unidad de la Gran Colombia. Pues bien, Alfredo Iriarte, en su obra: “Muertes Legendarias” narra el asesinato de Sucre en los Montes de Berruecos de la siguiente manera: “El mariscal de Ayacucho habría preferido morir antes que no emprender este viaje que lo conduciría a la más gloriosa y fecunda jornada de su vida: la salvación parcial de la Gran Colombia….Pero el héroe de Ayacucho marchaba hacia la muerte como los valientes de que hablaba César al despedirse para siempre de Calpurnia. Y la cita se cumplió en la espesura de Berruecos donde al lado del cuerpo inerte de Sucre quedaban tendidos los últimos jirones del sueño bolivariano de una Colombia grande, unida y poderosa. Más apercibidos contra sus enemigos habían estado César en el Senado Romano o el Caballero de Olmedo en la noche tenebrosa de su fenecimiento, que el invicto debelador del Imperio Español en Ayacucho abandonado a su suerte aciaga en el siniestro paraje en que los asesinos tuvieron manos libres porque no hubo un brazo armado para guarecer la vida de quien, hasta ese terrible 4 de junio de 1830, encarnaba la última esperanza para la Gran Colombia de Bolívar”

Luis Vargas Tejada, al contrario de Sucre no había librado batalla en favor de la unidad, representaba la oposición de Bolívar. Después del  fracasó del 25 de septiembre, comenzó la corta vida tenebrosa de Vargas Tejada. Alfredo Iriarte en las páginas del mismo libro, nos narra el infierno de este hombre, así: “En primera instancia un amigo suyo le ofreció asilo en su finca…..En el camino halló una caverna donde se sintió más seguro y allí, como las eremitas de la antigüedad, sobrevivió un año en las más duras y penosas circunstancias. Ya en 1829, sintiéndose más seguro, decidió tomar el rumbo de Cáqueza hacia los Llanos Orientales, con la esperanza de llegar a Venezuela. Se había procurado los servicios de un fiel baquiano….se supo que los viajeros llegaron a las orillas de cierto río que se había tornado particularmente impetuoso por las recientes lluvias. Vargas Tejada, desoyendo las advertencias de su guía, quiso ganar la otra ribera a lomos de su caballo. Pero en la mitad del torrente, este se hizo tan violento que separó al corcel de su jinete. El poeta logró alcanzar una roca que se levantaba en la mitad de la corriente y allí lo vio el atribulado acompañante orando por su salvación. Pero las embestidas de las aguas arreció, el río cubrió la piedra y se llevó a la eternidad a este hombre limpio que sólo había llegado a los 27 años de su edad y que así moría huyendo de quienes seguramente ya no lo perseguían por haber atentado contra la vida del Libertador”

¡Adiós, admirado Alfredo! A los cordobeses que no se gastaron todo en diciembre, los felicito; recuerden: que lo ahorrado sirve para pagar los impuestos del año 2003.

Por Edgar Vergara Figueredo

EDGAR VERGARA FIGUEREDO

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